lunes, 2 de junio de 2008

No más bragas

Veo que estamos de acuerdo, pues, en que no hay amor en los ballets románticos que debemos analizar. Hay, de todas formas, la pretensión de ese amor, que se queda en nada. Creo que deberíamos empezar a plantearnos, aun así, como están estructurados coreográficamente los pasos a dos que debemos analizar. Es decir, qué es lo que los coreógrafos de la época utilizan para hacernos creer en ese amor, cosa que creo nos permitirá entender un poco más como funciona la percepción del amor en esa época.

Hemos observado ya que estructuralmente suelen existir dos pasos a dos principales en cada ballet: un paso a dos en adagio y de 'enamoramiento' en el primer acto y un gran paso a dos de exaltación pública de amor en el segundo o tercer acto.

El primero suele ser donde los amantes se conocen en la intimidad, se quedan prendados el uno del otro en una especie de amor a primera vista y bailan normalmente un adagio. La bailarina hará muchos equilibrios ayudada del bailarín y veremos como poco a poco va entregándose a él. Es decir como cada vez habrá más portés y caídas de la chica en los brazos del chico. En mi opinión eso viene a demostrar como ella va ganando confianza en él. Como la bailarina cada vez más se deja llevar y guiar por el hombre. Entendemos que, si en muchos casos hemos decidido que la amante es solamente fruto de la imaginación del bailarín, eso será lo que él quiere imaginar. Es decir, cree que ve a alguien inalcanzable, este alguien revolotea a su alrededor haciendo equilibrios y como él la ha ayudado tan bien a realizar esos equilibrios ella cada vez se aposenta más en sus brazos hasta que él tiene la total sensación de poseerla y de haberse ganado su confianza.

De esta forma pienso que el 'enamoramiento' en el ballet romántico habla de una especie de posesión por parte del hombre hacia la mujer. Hemos visto en muchos casos momentos de la coreografía en que ella se deja caer hacia atrás esperando que él la coja, y nos parece que ese es el momento clave de estos enamoramientos. Es precisamente en ese instante que se hace palpable la total confianza que ella pone sobre él. Es como esos ejercicios que se hacen en la clases de teatro tan guais y contemporáneas para demostrar que el grupo tiene confianza entre sí mismo y que se deja caer en los brazos de los demás, en una tentativa de convertir el grupo en una especie de comuna hippy en la que todos se aman con todos. Digamos que en ballet clásico la bailarina pone en brazos del hombre su integridad física, y es en el momento que ella lo hace que él la cree y decide prometerle amor eterno (siendo eso siempre una mentira pues como hemos visto los amores son falsos).

Por esta razón no veremos este tipo de pasos a dos en ballets menos románticos, o con un peso más fuerte de la mujer, o con mujeres reales. La fille mal gardée no habla tanto de ella dejándose caer encima de él, sino de ellos dos bailando juntos. Giselle también entra un poco en esta definición durante el primer acto, siendo el primer acto una especie de ballet d'action los dos amantes bailan juntos más que ella sobre él. Asimismo Swanilda tampoco se tirará a los brazos de su amado, sino que es una mujer cantante que simplemente se ayuda de él de vez en cuando para bailar (a Swanilda le interesan más sus amigas que el tontaina que tiene por novio). En el corsario el paso a dos de enamoramiento será un paso a tres de amor y fidelidad jurada unos hacia otros en que la bailarina tiene más poder que los demás.

En cambio en los ballets más románticos donde los enamoramientos ocurren en una especie de ensoñación veremos más este tipo de adagio de que hablamos. El paso a dos del segundo acto del Swan Lake es de este tipo por antonomasia. Veremos como inicialmente el cisne blanco se aparta, se apoya y finalmente se deja llevar totalmente por los brazos del príncipe que harán del pequeño cisne una especie de muñeca inerte sin peso que es movida por el hombre arriba y abajo. Vemos también este tipo de paso a dos en La hija del faraón o en Raymonda.

El segundo paso a dos normalmente es el gran paso a dos festivo-conyugal. Los dos amantes proclaman su amor a destajo delante de toda la corte o de todo aquél que quiera escucharles. De nuevo este paso a dos suele empezar con un adagio, pero no es el mismo tipo de adagio melancólico que acabamos de comentar, sino un adagio un poquito más rápido y con menos sentido exhumante que el anterior. Este adagio no es para demostrarse el uno al otro que están enamorados, sino para demostrárselo al resto del mundo. Además lo más importante a demostrar es lo guapos y maravillosos que son los dos amantes bailando juntos, proponiendo infinidad de posturitas que amplifiquen su belleza en este sentido.

De alguna forma el hombre ayuda exhibirse a la mujer, cosa que a él también le interesa. En mi opinión hay una especie de exhibicionismo que exalta lo que debía ser realmente el amor burgués en esa época. Los hombres quieren a las mejor mujeres para llevarlas a las fiestas y enseñarles a todo el mundo lo maravillosamente bonitas que son. La bailarina en ese momento no trata de impresionarle a él, sino de impresionarnos a todos, convirtiéndose en el objeto de deseo de la corte que está mirando a los enamorados en su exaltación del amor y del público que está viendo el ballet. De esta forma al acabar el adagio los dos amantes nos mirarán a todos y nos saludarán, dando a entender que lo importante es que nos hayan engañado a todos y que todos pensemos lo bonitos que son.

Es precisamente por este motivo que después de este adagio los bailarines bailarán solos en sus variaciones. Así el hombre que sólo ha servido hasta el momento para aguantar a la mujer puede mostrarnos lo fuerte que es pegando brincos él solo durante un ratito. Y ella puede mostrarnos que aunque con él baila bien, ella sola también se las sabe manejar. Así pues los dos son fruto de nuestras envidias y deseos. Las mujeres burguesas querrán un hombre tan fuerte como él para dejarse llevar por su fuerza en la cama y ser poseídas por semejante hombría; y los hombres burgueses una mujer tan hábil como ella para poder manejar tanta elasticidad, rapidez y ritmo en sus relaciones sexuales.

Después de demostrar a todos lo bien que bailan juntos y separados la pareja volverá a unirse unos momentos para acabar el paso a dos. La coda suele ser más cortita, unos momentos más de saltar juntos y ella se sube encima de su futuro marido que la eleva por los cielos en una postura final grande y totalmente exhibicionista. 'Hemos llegado al orgasmo (o eso os hacemos creer) y la subo por los aires porque ella lo vale todo e yo la quiero tanto que la tendré siempre por encima de mi' -dice nuestro protagonista. 'Él ha llegado al orgasmo, yo he tenido que fingir, pero me dejo elevar por los aires porque soy la más guapa y quiero que todos me admiréis' -dice nuestra protagonista.

En fin, tanta estructuralidad y monotonía en sus relaciones debía de aburrirles como ostras; el público de danza dejó de ser tan burgués, siendo personas de un mundo más real que ya no cree en cuentos de hadas, así pues se tuvo que matar al cisne y empezar a deleitarnos con ballets que remarcaran más los frutos de deseo de la época. Hombres fuertes y varoniles con mallas y chicas sin tutú, que con el tutú se hacía evidente que debajo había bragas, en cambio con una malla bien arrapadita al cuerpo las formas se hacían más imaginables.

Mi novio cuando vio conmigo una parte de un ballet propuso que se hiciera un ballet con ellas sin bragas. Ese fue el siguiente paso, quitarles a todos las bragas.

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